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  • Como Hacer Una Buena Confesión

    • Cinco pasos para una buena confesión


      1. EXÁMEN DE CONCIENCIA

      2. DOLOR DE LOS PECADOS Y LA CONTRICIÓN DEL CORAZÓN

      3. CONFESAR TODOS LOS PECADOS

      4. PROPÓSITO DE ENMIENDA

      5. CUMPLIR LA PENITENCIA

    • Procedimiento en el confesionario

       
      Usted dice: “Bendígame padre porque he pecado”, ó bien, Ave Maria Purísima, sin pecado concebida”. Hace tantas semanas, meses, años, que me confesé. Prosiga a decir los pecados mortales, cuantas veces le cometio. Si no tiene pecados mortales, entonces confiese los veniales que ha cometido desde su última confesión. Cuando termine su confesión diga: “por estos y por todos mis pecados de mi pasado estoy verdaderamente arrepentido”. El sacerdote le dirigirá unas palabras y le dará la penitencia y le pedirá que haga el Acto de Contrición. Espere y escuche cuando le dé la absolución. Despues diga: “Gracias Padre”, salga del confesionario y haga la penitencia asignada.
      Hay dos tipos de pecados
      Mortal: es una horrible ofensa en contra de Dios que destruye la vida de gracia en el alma. Tres simultaneas condiciones deben estar presentes para que un pecado sea mortal:
      1.  Que el pecado sea grave, muy serio.
      2.  Que el pecador sepa que eso que va a hacer ¨es pecado¨.
      3.  Que a pesar de saber que eso es pecado, decida hacerlo.
         
      Venial: Es hacer un pecado pequeño, una falta leve contra la ley de Dios.
      Faltar a la Santa Misa del domingo deliberadamente es un pecado mortal.

      1 - EXÁMEN DE CONCIENCIA

      Pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos recuerde cuáles son los pecados. Repasar los 10 Mandamientos.
      1. Amarás a Dios sobre todas las cosas ¿Me acuesto o me levanto sin rezar? ¿Me avergüenzo de aparecer creyente ante los demás? ¿He creído en supersticiones, por ejemplo; amuletos, sales, brujas, lectura de naipes o de humo de cigarrillo, o espiritistas?
      2.  No jurarás el nombre de Dios en vano ¿He dicho el Nombre de Dios sin respeto y por cualquier tontería?
      3. Santificarás las fiestas ¿He faltado a misa los domingos? ¿Cuántas veces? ¿Cuántos domingos voy a misa cada mes?
      4.  Honrarás a tu padre y a tu madre ¿He desobedecido a mis padres? ¿No les he querido ayudar? ¿Los he tratado mal? ¿He perdido el tiempo en vez de estudiar o trabajar?
      5.  No matarás ¿He deseado que a otros les vaya mal? ¿He peleado? ¿He dicho groserías? ¿Tengo resentimientos contra alguna persona y no le quiero perdonar? ¿No rezo por los que me han tratado mal? ¿Me he burlado de alguien? ¿He puesto sobrenombres? ¿He tratado con dureza? ¿He dicho palabras ofensivas? ¿He hablado mal de otras personas? ¿He contado lo malo que han hecho o lo que dicen de ellos? ¿He escandalizado? (o sea, ¿he enseñado lo malo a los que no lo saben?) ¿Cuántas veces? ¿Me he aprovechado de los más débiles para golpearlos o humillarlos?
      6.  No cometerás actos impuros ¿He detenido en mi cerebro por varios minutos pensamientos o deseos impuros? ¿He mirado películas impuras, o revistas pornográficas o escenas impuras por televisión? ¿He dicho o celebrado chistes malos? ¿He hecho acciones impuras conmigo mismo o con algunas personas? ¿Tengo alguna amistad que me hace pecar?
      7.  No robarás ¿He robado? ¿Cuánto vale lo que he robado? ¿Pienso devolverlo o dar eso a los pobres? ¿He devuelto lo prestado? ¿He tenido pereza en cumplir los deberes?
      8.  No mentirás ¿He dicho mentiras? ¿He inventado de otros lo que no han hecho o dicho? ¿He hecho trampas en negocios o estudios? ¿He creído que Dios no me va a ayudar?
      9.  No consentirás pensamientos ni deseos impuros ¿He codiciado la mujer o el esposo de mi prójimo? ¿He mirado a un hombre a una mujer de manera impura?
      10.  No desearás los bienes ajenos ¿He deseado los bienes ajenos? ¿He sido evidioso? ¿He sido avaro? ¿He camido más de lo que necesito? ¿He sido orgulloso?

      2 - DOLOR DE LOS PECADOS Y LA CONTRICIÓN DEL CORAZÓN

      No basta sólo hacer un buen examen de conciencia para una buena confesión: es necesario un segundo paso: dolerme interiormente por haber cometido esos pecados, porque ofendí a Dios, mi Padre. Es lo que llamamos dolor de los pecados o contrición del corazón

      Contrición de corazón o arrepentimiento es sentir tristeza y pesar de haber ofendido a Dios con nuestros pecados.

      No es tanto “me siento mal… no me ha gustado lo que he hecho… siento un peso encima…” ¡No! Este dolor de contrición es otra cosa: “Estoy muy apenado porque ofendí a Dios, que es mi Padre, le puse triste”.

      El Salmo 50 dice: “Un corazón arrepentido, Dios nunca lo desprecia”.

      Jesús cuenta, que un publicano fue a orar, y arrodillado decía: “Misericordia, Señor, que soy un gran pecador” y a Dios le gustó tanto esta oración de arrepentimiento que le perdonó (cfr Lucas 18).

      ¿Cuántas clases de arrepentimiento hay?
      Hay tres:

      1. La contrición perfecta: es una tristeza o pesar por haber ofendido a Dios, por ser Él quien es, esto es, por ser infinitamente bueno y digno de ser amado, teniendo al mismo tiempo el propósito de confesarse y de evitar el pecado. Es el ejemplo del rey David, o de Pedro.
      2. Contrición imperfecta o atrición: es una tristeza o pesar de haber ofendido a Dios, pero sólo por la fealdad y repugnancia del pecado, o por temor de los castigos que Dios puede enviarnos por haberlo ofendido. Para que esta atrición obtenga el perdón de los pecados necesita ir acompañada de propósito de enmendarse y obtener la absolución del sacerdote en la confesión.
      3. El arrepentimiento o remordimiento: (morder doblemente) es una rabia o disgusto por haber hecho algo malo que no quisiéramos haber hecho. Es la conciencia la que nos muerde. No nos da tristeza por haber ofendido a Dios, sino porque hicimos algo que no nos gusta haber hecho. Ejemplo de Judas. El remordimiento no borra el pecado.
      ¿Cuándo debemos tener este dolor de contrición y arrepentimiento de los pecados?
      Sobre todo cuando nos vamos a confesar, pues si no estamos arrepentidos, no quedamos perdonados. Pero es bueno también arrepentirnos de nuestras faltas cada noche antes de acostarnos. A Dios le gusta un corazón arrepentido.

      ¿Qué cualidades debe tener nuestro arrepentimiento?
      Tres son las cualidades:
      1. Arrepentirse de todo los pecados sin excluir ninguno (a no ser por olvido).
      2. Que el arrepentimiento no sea sólo exterior sino que se sienta en el alma.
      3. Que sea sobrenatural, o sea no sólo por los males materiales que nos trae el pecado, sino porque con él causamos un disgusto a Dios y nos vienen males para el alma y para la eternidad.

      ¿Qué ayuda para conseguir el dolor de contrición o arrepentimiento perfecto?
      1. Recordar el Calvario y todo lo que Jesús sufrió por nosotros en su Pasión.
      2. Recordar el Cielo y pensar en las alegrías y felicidades que allá nos esperan.
      3. ¡Todo esto lo perderé, si peco! Ir con la imaginación a los castigos eternos y pensar que allá podemos ir también nosotros si no abandonamos nuestros pecados y malas costumbres.
      ¡A cuantos les ha salvado esto, y les ha alejado de sus pecados!

      Una poesía resume este arrepentimiento sincero:
      “No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por ello de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en esa cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido; muévenme tus afectas y tu muerte. Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera” (Anónimo).
       

      3 - CONFESAR TODOS LOS PECADOS

      El sacramento de la penitencia o confesión está en crisis en algunas partes porque, como dijo el Papa Juan Pablo II, “al hombre contemporáneo parece que le cuesta más que nunca reconocer los propios errores… parece muy reacio a decir ‘me arrepiento’ o ‘lo siento’; parece rechazar instintivamente y con frecuencia irresistiblemente, todo lo que es penitencia, en el sentido del sacrificio aceptado y practicado para la corrección del pecado” (Reconciliación y Penitencia n. 26).

      Pío XII manifestó en un radiomensaje del Congreso Catequístico Nacional de los Estados Unidos, en Boston (26 de octubre de 1946): “El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado”.

      El tercer paso para hacer una buena confesión es confesar todos los pecados mortales y graves al confesor.

      ¿Qué es la confesión de boca? Es manifestar al confesor sin engaño, ni mentira los pecados cometidos, con intención de recibir la absolución. Dice la Biblia: “No te avergüences de confesar tus pecados” (Eclesiástico 4,26)

      Para que Dios perdone, por medio del confesor, es necesario decir los pecados. Así lo dispuso el mismo Cristo al instituir el sacramento del la Penitencia. “A quienes se los perdonéis, quedarán perdonados; a quienes se los retuviereis les quedarán retenidos” (Jn. 20, 23).

      Los apóstoles, y sus sucesores, los obispos y los colaboradores, los sacerdotes, para poder absolver, necesitan conocer lo que perdonan, es decir, necesitan escuchar los pecados del penitente.

      ¿Cuáles son las cualidades para una buena confesión de boca?
      1. Sincera: no debo ocultar lo que en conciencia es grave.
      2. Verdadera: sin ocultar o disimular lo que debo manifestar, ni dar vueltas, tratando de justificarme.
      3. Completa: todos los pecados graves, según su especie, número y circunstancias que cambian la especie.
      4. Sencilla y humilde: con pocas palabras y sin rodeos.

      Omitir voluntariamente la confesión de pecados graves o circunstancias que cambian la especie o callar voluntariamente algún pecado grave hace que la confesión sea inválida y sacrílega.

      Gravedad del pecado
      El pecado varía en su gravedad según quién lo comete, con quién se comete y dónde se comete.
      -Una cosa es robar a un rico y otra a un pobre.
      -Una cosa es robar por hambre y otra para vender.
      -Una cosa es robar en el supermercado y otra en una iglesia.
      -Una cosa es insultar a un compañero de clase y otra, a mamá o a un sacerdote o al Papa.
      -Una cosa es cometer un acto impuro con un soltero/a y otra con un casado/a.
      -Una cosa es mentir en casa y otra en la confesión.

      ¿Qué pecados estamos obligados a confesar?
      Solamente los pecados mortales, pero es bueno y provechoso confesar también los veniales, así iremos fomentando mejor nuestra conciencia; así también el sacerdote nos podrá guiar con toda seguridad y sabiduría hacia la santidad.

      ¿Qué hacer cuando sólo tenemos pecados veniales para confesar?
      Conviene recordar también algún pecado mortal ya confesado. Así el recuerdo de un pecado grave hace más fuerte el arrepentimiento y más serio el propósito. Esto si lo considera oportuno el confesor, porque hay almas con escrúpulos a quienes no conviene que revuelvan el pasado ya confesado.

      ¿Qué sucede cuando uno olvida algún pecado grave en la confesión, sin querer?
      Obtiene el perdón de los pecados y puede comulgar, pero en la próxima confesión debe confesarse de ese pecado que olvidó sin querer.
      Una norma muy útil: cuando uno termina de decirle al sacerdote los pecados conviene añadir: “Pido perdón también de todos los pecados que se me hayan olvidado”. Así queda el alma mucho más tranquila.

      ¿Cómo es el rito de la confesión?

      1. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo.
      2. Se lee una frase del evangelio.
      3. Padre hace X días que me confesé, aclaro si cumplí la penitencia o no.
      4. Mis pecados son éstos… y me acuso de todos aquellos que en este momento no recuerdo, y de los pecados de omisión.
      5. Después escucho los consejos.
      6. Rezo el pésame u acto de contrición lentamente y con dolor.
      7. Recibo la absolución del sacerdote.
      8. Le agradezco… y voy a cumplir rápido la penitencia.
       

       

      4 - PROPÓSITO DE ENMIENDA

      Antes de explicar el cuarto paso, quisiera resumir, de la Institución Pastoral del Episcopado español del 15 de abril de 1989, los síntomas y raíces de la disminución de la práctica de la confesión en algunas partes:
      1. Por el ateísmo e indiferencia religiosa de nuestros tiempos.
      2. La pérdida del sentido del pecado.
      3. Las interpretaciones inadecuadas del pecado. Hoy se nos quiere hacer creer que el pecado es algo superado, es un vago sentimiento de culpabilidad, es como una fuerza oscura del inconsciente, es como expresión y reflejo de las condicionantes ambientales, se les identifican con el pecado social y estructural. Algunos ya no ven pecado en casi nada, salvo en lo social, estructural.
      4. Crisis generalizada de la conciencia moral y su oscurecimiento en algunos hombres. Esto debido a la amoralidad sistemática, cuando no inmoralidad.
      5. Otra causa que ven los obispos españoles es ésta: indecisión de predicadores y confesores en materia moral, económica y sexual. Algunos fieles se desconciertan al oír diversas opiniones de confesores sobre el mismo tema moral. Y claro, muchos optan por hacer caso al más laxo y fácil. Y al final optan por dejar sus conciencias al juicio de Dios y abandonan la confesión.

      Expliquemos ahora sí el propósito de enmienda, que brota espontáneamente del dolor.

      ¿Qué es el propósito de enmienda?
      Es una firme resolución de nunca más ofender a Dios. Y hay que hacerlo ya antes de confesarse. Jesús a la pecadora le dijo: “Vete y no peques más” (Jn. 8,11). Esto es lo que se propone el pecador al hacer el propósito de enmienda: “no quiero pecar más, con la ayuda de Dios”. Si no hay verdadero propósito, la confesión es inválida.

      No significa que el pecador ya no volverá a pecar, pero sí quiere decir que está resuelto a hacer lo que le sea posible para evitar sus pecados que tanto ofenden a Dios. No se trata de la certeza absoluta de no volver a cometer pecado, sino de la voluntad de no volver a caer, con la gracia de Dios. Basta estar ciertos de que ahora no quiere volver a caer. Lo mismo que al salir de casa no sabes si tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar.

      Estos propósitos no deben ser solamente negativos: no hacer esto, no decir aquello… También hay que hacer propósitos positivos: rezaré con más atención, seré más amable con todos, hablaré bien de los demás, haré un pequeño sacrificio en la mesa o en el fútbol, callaré cuando esté con ira, seré agradecido, veré solo buenos programas en la televisión, hablaré con aquella persona que tanto me cuesta, etc.

      ¿Y si volvemos a caer?
      Pues, nos levantamos con humildad. La conversión y renovación es progresiva, lenta. Por eso es necesaria la confesión frecuente, no sólo cuando hemos caído, sino para no caer. Allí Dios nos robustece la voluntad, no sólo para no caer, sino también para lograr las virtudes.

      ¿Por qué algunos se confiesan siempre de las mismas faltas?
      Es muy sencillo: porque no evitan las ocasiones de pecado. Por eso, el propósito de enmienda implica dos cosas: evitar el pecado y las ocasiones que llevan a él.
      Debemos pedir siempre lo que San Ignacio de Loyola pide en los Ejercicios Espirituales cuando habla de las meditaciones sobre el pecado: “Dame vergüenza y confusión, dolor y lágrimas, aborrecimiento del pecado y del desorden que lleva al pecado”.
      Debemos apartarnos seriamente de las ocasiones de pecar, porque “quien ama el peligro perecerá en él” (Eclesiástico 3, 27). Si te metes en malas ocasiones, serás malo.
      Hay batallas que el modo de ganarlas es evitándolas. Combatir siempre que sea necesario es de valientes; pero combatir sin necesidad es de estúpidos fanfarrones.
      Si no quieres quemarte, no te acerques demasiado al fuego. Si no quieres cortarte, no juegues con una navaja bien afilada. Sobre todo esto vale para la concupiscencia de la carne o impureza. La impureza es una fiera insaciable. Aunque se le dé lo que pide, siempre quiere más. Y cuanto más le des, más te pedirá y con más fuerza. La fiera de la concupiscencia hay que matarla de hambre. Si la tienes castigada, te será más fácil dominarla.
      Por tanto, si el propósito no se extendiese también a poner todos los medios necesarios para evitar las ocasiones próximas de pecar, la confesión no sería eficaz; mostraría una voluntad apegada al pecado, y, por lo tanto, indigna de perdón.
      Quién, pudiendo, no quiere dejar una ocasión próxima de pecado grave, no puede recibir la absolución. Y si la recibe, esta absolución es inválida.


      Ocasión de pecado es toda persona, cosa, circunstancia, lugar, que nos da oportunidad de pecar, que nos facilita el pecado, que nos atrae hacía él y constituye un peligro de pecar.
      Jesucristo tiene palabras muy duras sobre la obligación de huir de las ocasiones de pecar: “Si tu ojo es ocasión de pecado, arráncalo… si tu mano es ocasión de pecado, córtala… más te vale entrar en el Reino de los cielos, manco o tuerto, que ser arrojado con las dos manos, los dos ojos, en el fuego del infierno” (Mt 18, 8ss).
      Una persona que tiene una pierna gangrenada, se la corta para salvar su vida humana, y tú ¿no eres capaz de cortar esa cosa… para salvar tu alma?
      Evitar un pecado cuesta menos que desarraigar un vicio. Es mucho más fácil no plantar una bellota que arrancar una encina.
      Para apartarse con energía de las ocasiones de pecar, es necesario rezar y orar: pedirlo mucho al Señor y a la Virgen, y fortificar nuestra alma comulgando a menudo.
       

      5 - CUMPLIR LA PENITENCIA

      Expliquemos el último paso para hacer una buena confesión: cumplir la penitencia.
      Pero antes recuerda esto:

      1. La confesión es el medio ordinario que ha puesto Dios para perdonar los pecados cometidos después del bautismo en el día a día. Es un medio maravilloso que renueva, santifica, forma conciencia y, sobre todo, da mucha paz al alma.
      2. Cuesta, o puede costar, porque a la confesión no vamos a decir hazañas, sino pecados y miserias. Y esto nos cuesta a todos. Es curioso que algunos que ponen dificultades en decir los pecados al sacerdote confesor los propagan entre sus amigos con risotadas y chascarrillos, y con frecuencia exagerando fanfarronamente. Lo que pasa es que esas cosas ante sus amigos son hazañas, pero ante el confesor son pecados, y esto es humillante. Y lo que no tienen tus amigos, secreto, lo tiene el confesor: él no puede contar ni un pecado tuyo a nadie. A esto se le llama el sigilo sacramental; ha habido sacerdotes que han dado su vida antes que faltar a este secreto de la confesión.
      3. Para confesarse hay que ser muy sincero. Los que no son sinceros, no se confiesan bien. El que calla voluntariamente en la confesión un pecado grave, hace una mala confesión, no se le perdona ningún pecado, y, además, añade otro pecado terrible que se llama sacrilegio.
      4. Si tienes un pecado que te da vergüenza confesarlo, te aconsejo que lo digas el primero. Este acto de vencimiento te ayudará a hacer una buena confesión.
      5. El confesor será siempre tu mejor amigo. A él puedes acudir siempre que lo necesites, que con toda seguridad encontrarás cariño y aprecio y much comprensión. Además de perdonarte los pecados, el confesor puede consolarte, orientarte, aconsejarte. Pregúntale las dudas morales que tengas. Pídele los consejos que necesites. Él guardará el secreto más riguroso.

      ¿Qué es cumplir la penitencia?
      Es rezar o hace lo que el confesor me diga. Esta penitencia, ya sea una oración, una obra de caridad, un sacrificio, un servicio, la aceptación de la cruz, una lectura bíblica, es para expiar, reparar el daño que hemos hecho a Dios al pecar. Es expresión de nuestra voluntad de conversión cristiana.

      El pecado, sobre todo si es grave, es ofensa grave a Dios. Mereceríamos las penas eternas del infierno. Esta penitencia que me da el sacerdote en parte desagravia la ofensa a Dios y expía las penas merecidas.

      La confesión perdona las penas eternas, pero no perdona la pena temporal. Esta penitencia que hago va satisfaciendo, en parte, o disminuyendo la pena temporal debida por los pecados.

      Dado que siempre será pequeña esta penitencia que me da el sacerdote, es aconsejable que luego cada quien elija otras penitencias que están a su alcance: el deber de estado bien cumplido y con amor; la paciencia en las adversidades, sin quejarse; refrenar y encauzar los sentidos corporales y espirituales, la imaginación, los deseos o apetencias caprichosas; poner un orden y horario en la jornada, desde el momento en que está prevista la hora de levantarse; la caridad ejercida por las obras de misericordia corporales o espirituales; el control de los pasatiempos y diversiones inútiles y nocivas; la perseverancia en las cosas pequeñas, con alegría (Consultar el Catecismo 1468-1473).

      Todos los viernes del año, que el Derecho Canónico llama penitenciales (Cánones 1250-1253) son ocasión para hacer penitencia, como así también especialmente la Cuaresma, por el ayuno, la abstinencia de carne o la práctica de obras de misericordia, o a privación de algo que nos cueste (cigarrillos, dulces, bebidas alcohólicas u otros gustos).

      Esta satisfacción que hacemos no es ciertamente el precio que se paga por el pecado absuelto y por el perdón recibido, porque ningún precio humano puede equivaler a lo que se ha obtenido, fruto de la preciosísima Sangre de Cristo. Pero quiere significar nuestro compromiso personal de conversión y de amor a Cristo.


      Pecados Capitales

      1.  Soberbia u Orgullo Consiste en una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la atención y el honor y se pone uno en antagonismo con Dios (Catecismo Iglesia Católica 1866)
      2. La Avaricia Inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. Es uno de los pecados capitales, está prohibido por el noveno y décimo mandamiento. (CIC 2514, 2534)
      3.  La Lujuria El deseo desordenado por el placer sexual. Los deseos y actos son desordenados cuando no se conforman al propósito divino, el cual es propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer la procreación. Es un pecado contra el Sexto Mandamiento y es una ofensa contra la virtud de la castidad.
      4.  La Ira El sentido emocional de desagrado y, generalmente, antagonismo, suscitado por un daño real o aparente. La ira puede llegar a ser pasional cuando las emociones se excitan fuertemente.
      5.  La Gula Es el deseo desordenado por el placer conectado con la comida o la bebida. Este deseo puede ser pecaminoso de varias formas: 1- Comer o beber muy en exceso de lo que el cuerpo necesita. 2- Cortejar el gusto por cierta clase de comida a sabiendas que va en detrimento de la salud. 3- Consentir el apetito por comidas o bebidas costosas, especialmente cuando una dieta lujosa está fuera del alcance económico 4- Comer o beber vorazmente dándole mas atención a la comida que a los que nos acompañan. 5- Consumir bebidas alcohólicas hasta el punto de perder control total de la razón. La intoxicación injustificada que termina en una completa pérdida de la razón es un pecado mortal.
      6. La Envidia Rencor o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo desordenado de poseerla. Es uno de los siete pecados capitales. Se opone al décimo mandamiento. (CIC 2539)
      7. La Pereza Falta culpable de esfuerzo fisico o espiritual; acedia, ociosidad. Es uno de los pecados capitales. (CIC 1866, 2094, 2733)
       


        Acto de contrición

        Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho mas me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como vos; antes querría haber muerto que haberle ofendido, y propongo firmemente ayudado por tu divina gracia, no pecar mas y evitar las ocasiones próximas de pecado. Amen.

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